El proceso de serigrafía ha constituido, hasta hoy, la sola manera para decorar vidrios con las pinturas en color.
A diferencia de la serigrafía, con la impresión digital no es necesario aplicar el esmalte mediante el uso de especiales pantallas de serigrafía.
Con la serigrafía, para cada nuevo dibujo que se desea aplicar sobre el vidrio, es necesario realizar una especial pantalla de impresión serigráfica, con notables costes y largos tiempos de producción.
Además, con la serigrafía es posible aplicar sólo un color a la vez sin poder dar al dibujo matices o gradaciones cromáticas.
La impresión digital, en cambio, no necesita ningún instrumento para la impresión.
La imagen, el dibujo, la foto o la inscripción son cargadas y elaboradas por el software de la impresora. La impresora, dotada de cabezales de impresión con numerosas y diminutas boquillas, menos grandes que el diámetro de un cabello, deposita pequeñísimas gotas de esmalte sobre la superficie del vidrio.
Este proceso permite imprimir en hexacromía; los seis colores se utilizan todos al mismo tiempo y en una sola pasada de impresión, garantizando con ello una elevada calidad de definición, colores con matices y juegos de transparencia.